DEBATE A LA
SOMBRA DE UN RASCACIELOS
Me
admitieron para estudiar un doctorado en la Universidad Católica Argentina. Se
encontraba a las espaldas de la Casa Rosada, frente al lujoso distrito de
Puerto Madero, con los edificios más altos del país. Andando por los pasillos,
explorando.
Yo
ya sabía que la universidad contaba con un centro de estudio de historia de
España muy prestigioso. Allí fundó la Cátedra de Historia Medieval Claudio
Sánchez-Albornoz huyendo de la guerra en España. Es sorprendente que uno de los
mayores debates historiográficos de nuestra historia, aquel disputado entre
Sánchez-Albornoz y Américo Castro, se disputase siendo estos profesores en
Argentina y Estados Unidos. El ser de España se discutió en América.
Aquel
duelo de titanes, que desde posiciones antagónicas defendían su idea del ser de
España, me recordaba, aún más en aquel lugar, al debate mantenido muchos siglos
atrás entre los grandes pensadores de la Escuela de Salamanca. En aquel
entonces se debatía también otra cuestión, relativa al ser o no ser, como dice
la fórmula shakespeariana, de los indígenas encontrados tras la conquista.
Ambos
debates fueron sesudos. Marcaron un antes y un después en nuestra historia.
Salía de clase. Había estado pensando en aquel tema y sacado unos libros de la
biblioteca. Quería formarme, saber con certeza cuáles eran los argumentos que
se esgrimieron. ¿Cómo pudo habérseme pasado por alto el haber estudiado en
profundidad aquellas cuestiones?
Había
oscurecido y los rascacielos iluminaban el Río de la Plata con su colorido.
Vi
a mis compañeros pasar. Muchos eran, claramente, de ascendencia indígena.
Otros, blancos como la leche. Todos se despedían, frente a las luces del
progreso, bajo la cruz de la capilla de aquella universidad donde Sánchez-Albornoz
dio cátedra.
Lo
comprendí.
José Gabriel J. L.
(XVI Antología)
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