«… Leía
teología la primera vez que me di cuenta. Francisco de Vitoria para los ratos
muertos entre llamadas. Siempre me gustó la filosofía. La Escuela de Salamanca
me fascinaba por su contexto transgresor de la época. Por su ardua labor en
ambos lados del charco medieval. Renacentistas y liberales. Creyentes modernos.
Su teoría del mal me desveló esa noche…» (pág. 152, Roberto Migoya Ramos, «La
forma de las cosas»).
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