MI PROFE ME
HA SUSPENDIDO
Mi
profe me ha pedido que escriba una redacción sobre los derechos humanos. He
mirado en Internet para documentarme, siempre lo hago. Allí está todo, así que
¿para qué perder tiempo en la biblioteca? He terminado la redacción y la he
entregado. El profesor me ha suspendido. Tengo doce años y es la primera vez
que suspendo. Me he disgustado mucho, he reclamado. Me ha dado una oportunidad
si era capaz de saber el motivo, así que me he puesto en marcha y he hecho
otras dos versiones, pero me ha dicho que no he sabido encontrar una importante
carencia.
Estaba
muy nerviosa y confundida, también un poco asustada, así que he hecho una
consulta a un profesor de una universidad amigo de mi padre. Me ha respondido
que no entendía nada y que la redacción, en todas sus versiones, estaba
perfecta.
Un
poco enfadada ahora, he vuelto a hablar con mi profesor. Se supone que el de la
universidad sabe más que él, que es de instituto. Me ha dicho que si el
universitario no se ha dado cuenta, debería haber suspendido también. «¡Es el
colmo! —he pensado—, ¿cómo se atreve a desacreditar a ese gran profesor de la
universidad?». Cuando iba a marcharme de su despacho dispuesta a dar un
portazo, me ha entregado un sobre.
—Mándaselo
al amigo de tu padre después de leerlo tranquila en casa. Luego, completa la
redacción, te pondré sobresaliente.
He
hecho lo que me ha dicho. En el papel solo había unas frases:
«Querido
colega:
Es
muy triste comprobar como casi ninguno de ustedes explica a sus alumnos la
enorme transcendencia de las aportaciones de la Escuela de Salamanca, en
especial de aquellos sabios que tanta atención dispensaron al cuidado y
protección de los indígenas. Fueron los verdaderos precursores jurídicos y
culturales de la declaración de los derechos humanos».
Javier M. G.
(XVI Antología)
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