SAN ISIDORO
A CABALLO, MADE IN SPAIN
«Eres, oh,
España, la más hermosa de todas las tierras que se extienden de occidente a la
India».
En la portada del Cordero, ubicada en la colegiata
de San Isidoro de León, alza el vuelo hacia el cielo una imponente estatua
ecuestre de este santo. Flaco favor le hace la ucronía de la historia que nos
lo presenta montado a caballo, esgrimiendo una espada en la mano derecha como
un Santiago Matamoros. Por suerte o por desgracia, la mano ha sido destruida.
Ni san Isidoro ni tampoco Santiago asentaron sus posaderas sobre las grupas de
corceles blancos y mucho menos blandieron espada alguna.
San Isidoro de Sevilla o de León, como más gustéis,
trae musgo en el idioma, tratados de astronomía y geografía, diálogos,
enciclopedias, su Historia
gothorum llena de patriotismo y de buen «facer Españas»,
sus Etimologías y hasta un diccionario de sinónimos.
«No soy ese del caballo», grita desde lo alto del
pedestal con la mano derecha cercenada quién sabe en qué episodio.
Su hermano Leandro le adiestró para sucederle en el
obispado de Sevilla. Isidoro vio la maldad de Leovigildo, que mandó encarcelar
y matar a su propio hijo Hermenegildo, heredero y príncipe ya jurado. Y fue
artífice con su hermano en la conversión de Recaredo al catolicismo.
Pocos como san Isidoro pueden presumir de
transmitir un sentimiento de unidad lingüística, religiosa y política para toda
la península ibérica, respaldado por escritos en lo precoz de la historia. A
esta tierra, a este reino, san Isidoro lo denominó Hispania.
San Isidoro viene de un tiempo pretérito que se
repite en nuestro presente. Él es la arcilla de la lengua.
«No soy ese de la espada, traigo paz y trigo en mi
mano, raíces nuevas para crecer», se desgañita.
Luis Miguel Carreras
Jiménez
Licenciado en Derecho y Periodismo
(XVII Antología)
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