LA PILA
BAUTISMAL
Dicen
que eres de Sevilla y yo sé bien que no es así. Que tus ojos se habituaron a la
luz en esta esquina del Mediterráneo. Que te viste rodeado de gentes de
cualquier lugar del mundo en ese crisol de culturas que son siempre los puertos
de mar. Porque tú eres uno de los ilustres cartageneros que han poblado este
mundo.
Es
cierto que fuiste obispo de Sevilla —la bullanguera, salerosa y siempre bella,
la embaucadora, la que nos quita el aliento con su embrujo—, pero de ahí a ser
de Sevilla va un trecho.
Tú
naciste junto al mar, y tu suave cabecita fue bautizada en una pila de piedra
en la catedral de Cartagena. Allí, en esa misma pila, bautizaron a tus
hermanos: Florentina, Leandro y Fulgencio.
Han
pasado los siglos y solo los cartageneros recordamos tus orígenes, solo los
cartageneros tenemos una calle de los Cuatro Santos, solo nosotros guardamos
entre los muros de una derruida catedral la pila de piedra que contempló tu
bautismo y el de tus tres hermanos. Solo los cartageneros hemos dejado caer esa
pila en el olvido y hemos permitido que en ella se lavase la ropa un sacristán
simpático y dicharachero que también vivió en nuestra ciudad, que compartió
contigo, al igual que yo, el estridente color del mar, la refrescante brisa de
la tarde y las largas primaveras y otoños de nuestra tierra.
M.ª Isabel S. S.
(XVII Antología)
(XVII Antología)
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