«…
Estudioso del griego y el hebreo, es consciente de que el latín peninsular que
se extiende por la Hispania visigoda debe ser un instrumento de unión, la
argamasa que aglutine la común aspiración de prosperidad material y espiritual
del pueblo y sus reyes. A pesar de que se encuentra en el momento álgido de su
capacidad intelectiva, sabe que la cultura en sí misma estaría coja si le
faltase la ética…» (pág. 28, Juan de Molina, «Una mente enciclopédica y un
espíritu conciliador»).
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