«…
En él se aúnan la vorágine de viajes y
enseñanzas que ha trazado junto a su hermano por el bien de la verdad. Su
duermevela le arrastra a la presencia de Tiberio II, frente a la puerta de los
dos mares. Retumba en sus oídos, en boca de obispo, una petición de ayuda a
Hermenegildo convertido a la ortodoxia; resplandece en su retina el rostro de
serena sabiduría del cardenal Gregorio; palidece el ánimo en la faz de Leandro
cuando debe regresar a Gothia con las alforjas vacías. ¿Vacías?, se pregunta en
su sueño. ¡No!...» (pág. 56, Rafael Fernández-Pintado Muñoz-Rojas, «Regina
Gothia»).
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