«… En
la mente de Isidoro forman un barullo formidable y parece que se atropellan
unas a otras, solicitando su atención, las difíciles noticias que ha ido
recibiendo y de las que tendrá que ocuparse. Traza idas y venidas entre las
columnas. No hace aún una semana desde que tomó posesión en la sede de
Hispalis…» (pág. 70, Víctor del Moral, «Al caer la tarde»).
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