«… En el fin del mundo conocido,
en la bella Cartagena, en una familia iluminada por la santidad, un nuevo
mensajero llega a la vida con una misión. Tal vez nunca lo supo. Tal vez ni
siquiera se lo propuso, pero allí estaba el caldero de todas las culturas ancestrales
que vagaron por la vieja Europa hasta toparse con los mares que frenaban
cualquier ímpetu…» (pág. 176, Edgardo Eliseo Juarez, «San Isidoro»).
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