«… El
tiempo se desvanece y cada vocablo que escribo es un escalón más para crear una
obra en castellano que esté a la altura de su madre, el latín, la lengua más
perfecta que existe. Me alcanza el día y sigo con mi labor incansable,
organizando conceptos, dividiendo en partes lo que es un todo demasiado
complejo y construyendo puentes de significado que unan todos los territorios
de nuestro reino…» (pág. 56, Gema Valdericeda Falcó, «Arquitecto de promesas»).
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