ELIO
ANTONIO O EL MITO INSOSPECHADO
El insigne Nebrija no solo fue filólogo además de
gramático, lexicógrafo, catedrático, exégeta y pedagogo, sino que merodeó los
sinuosos límites que separan la leyenda de otras realidades ciertas y
comprobadas.
Así nos refirió la llegada de la barca sagrada
que portaba los restos del apóstol, el que se convirtiera en germen del camino,
de la concha y del báculo: Santiago, luz de estrellas, caminante perpetuo. Y
así nombró también a la lupa meretriz, que se hunde y se confunde en los mismos
orígenes de una Hispania ancestral, precristiana e indómita; habitada por
dragones y en la que existen bocas que llevan al infierno, cuevas que son el
útero de la madre olvidada, toros bravos y montañas paganas que tocan las
alturas celestes de los dioses.
Este Elio Antonio, amante de lo mítico y evocador
de épicas, también latió en estrofas que recogen el eco
del legendario río de todos los olvidos: el Letes. Desde la Antigüedad,
beber en este río que discurre por el Hades o ser salpicado por una de sus
gotas borra toda memoria del humano pasado y anula los recuerdos.
Nuestro sabio erudito también fue muy capaz de
rescatar a dioses como el griego Dioniso, y el dios y sus adeptos regresaron
portando las pieles de los ciervos o las llamadas «nébridas», distintivo
singular de este dios del vino. El éxtasis, la danza frenética y ritual y la
música que llama al trance sudoroso, eso es también Nebrija. La piel del animal
sirvió para ensalzar el ímpetu salvaje de los tiempos perdidos de su natal
Lebrija.
Nebrija, que fue un hombre del mundo, que se
formó en la docta Bolonia de los pórticos y que quiso acercarse a rabinos y
hebreos, también atravesó la franja tenebrosa del miedo y la sospecha. Pero
venció el poema, la glosa inmarcesible y la inmortalidad.
Ana
María Linares Nieto
Nacida
en San Fernando (Cádiz) donde reside.
Máster
en Patrimonio.
Antropóloga
social y cultural e investigadora.
Premios
literarios: finalista este año en un certamen de poesía.
(XVIII Antología)
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