MAESTRO DE GRAMÁTICA
Maestro de gramática, la
lengua quería enseñar en sus mejores modos, aunque no es la lengua la suma de
sus palabras, sino un río que las lleva, que las transporta en sus aguas.
Transcurre el río con versos floridos o con verbos toscos, no
hay unos más bellos que otros, sino más justos, más precisos.
Quise fijar los usos
principales de la lengua nuestra, quise hacerlo a la imagen de la lengua madre
latina. Tenía una lengua para escribir y otra para hablar en el mercado. ¿No
podría servir la segunda, bien pautada, para escribir elevadas ideas y dar clases
de cualquier disciplina humana?
No podré yo ver, como es natural, a los que vendrán después a escribir versos nuevos, más audaces, a los
que escribirán páginas para la memoria en el mismo habla en el que
ahora decimos con simpleza «tengo hambre» o «el bosque es oscuro». No hay palabras suntuosas o rastreras, todas son buenas si son a la ocasión.
De Sevilla a Alcalá esta lengua crece, aún más crecerá. No sabemos cuántos hijos tendrán
nuestros hijos. Nuestra lengua durará más que la piedra dura, y más que nosotros, es algo cierto, seguro.
La lengua y el humano son
resultado, pero antes son proceso. Cambiará con el tiempo la manera
de decir, pero se podrá reconocer
lo dicho ahora en tiempo venidero. Las lenguas tienen una juventud, esa en la
que aún estamos los hablantes castellanos, tienen una madurez y hasta una
vejez, un declive.
En las tumbas inscribirán
nuestros nombres y una oración de encomio, acaso. ¿Será en latín o en esta lengua
nueva? El latín es el padre y el
castellano es un hijo nacido en la madurez, inesperado. A los ojos del padre
crece el hijo fuerte y en los rasgos principales al padre se le parece.
Joaquín I. M
(XVIII Antología)
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