«… La sombra de lo pueril y la estupidez
atolondrada alejan el alma del conocimiento mientras la cultura se retuerce
entre trompeteros ineptos, que, en nombre de caprichos pasajeros, llaman
modismos populares a vanas ocurrencias que intoxican el idioma más rico y sabio
del mundo. ¿Qué diría el ilustre lebrijano ante la perspectiva de hacer uso
despectivo del artículo en nombre de la innecesaria repetición o de la
invención de palabras absurdas?...» (pág. 162, Sonia M.ª Saavedra de Santiago,
«¿La cultura tiene nombre?».
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