APODOS Y GRAMÁTICAS
En el pueblo todas las familias tenían su apodo y, como era de recibo, la
mía también. A todos, jóvenes y mayores, nos conocían por él. Decían nuestro
nombre y, a continuación, venía el apodo para completarlo, como si fuera un
apellido, obviando el apellido real y que también decíamos con orgullo.
Lo más curioso era cuando contaban de dónde procedía ya que entonces, y
solo entonces, se podía entender aquella obsesión de nuestros abuelos para que
habláramos correctamente y no nos acostumbráramos a hacerlo únicamente en
gramática parda, que era lo más lógico al vivir en un pueblo.
El bisabuelo había sido agrimensor. Había estudiado no se sabe de qué
manera y con qué medios, pero lo había hecho y ejercía su profesión con rigor.
Acostumbraba a utilizar un vocabulario perfecto y a cumplir las reglas
gramaticales con formalidad. «Ya nos las dijo un tal Nebrija», decía, y
nosotros crecimos pensando que era algún pariente nuestro de alto copete que
había vivido hacía años, pues era tal el fervor con que lo nombraba cada vez
que había ocasión.
Ponía énfasis en cómo decíamos los verbos irregulares y, en especial, el
verbo andar. La conjugación en pasado lo traía de cabeza porque la gente decía «andó»
y, cuando corregía o utilizaba esta forma verbal, subrayaba con el tono de su
voz que se decía «anduve», los demás hacían una risita burlona, aunque a él le
daba igual.
Un año, la cosecha de trigo había sido grande y al almacenarla dejó unas
marcas para asegurarse de que nadie entraba allí. Cuando vio que habían pasado
a robarle unas espuertas del cereal, decía al contarlo: «Me anduvo por el trigo».
Sus vecinos se reían y de ahí que a nuestra familia se la conozca por los Manduvos,
apodo que llevamos con orgullo y que nos mantiene en paz con el bisabuelo y con
ese tal Nebrija.
Julia Flores Arenas
Villarrobledo (Albacete).
Licenciada en Filosofía Pura.
Profesora de Filosofía jubilada. Le apasiona
escribir, leer y el teatro.
Premiada en numerosas ocasiones tanto en prosa
como en verso, la última vez en los V Juegos Florales Albacete Siglo xxi.
Publicaciones: dos libros de poemas, Malas (junto con Juan Lorenzo Collado Gómez) y
A ras del corazón; más el libro de relatos Cuatro voces y un lápiz
(junto con otros autores).
(XVIII Antología)
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