miércoles, 16 de junio de 2010

ORDEN DE ALEJAMIENTO PERPETUA

Autor: Amparo Pérez González, Alcalá de Henares, Madrid

Después del juicio se había quedado solo y decidió comprarse una perrita. El animal le lamía las manos como forma de saludo, pero él le pegaba en el hocico cada vez que lo hacía. Al cabo de unos meses la perrita se acostumbró y cada vez que llegaba del trabajo, primero le ponía el hocico para que le pegara y luego lo lamía.
"Lo ves -se decía para sí mismo y para la jueza que llevó el caso- le gusta que le peguen, todas las hembras son iguales, es su instinto; pero lo bueno que tienen las perritas es que todas son fieles y obedientes. Yo nunca mataría a mi perrita: ¿quién la va a querer más que yo?"

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