viernes, 20 de agosto de 2010

UN ADIOS SIN DECIR NADA

Mª Dolores Serrano Simón, de Écija, Sevilla


No me gustan las despedidas, son como la luz del candil tras la ventana o el mar triste de olas calladas.
Por circunstancias mi mamá y yo nos conocemos y despedimos cada día sin decir nada. En minutos es otra persona, no tiene pasado, presente y se marcha. No es mi mamá sino otra persona por descubrir. No sabe dónde, cómo o con quién está porque su Alzheimer hace que haga trampas al tiempo, cambia los días por horas y no me conoce. Pero yo sí y nos decimos adiós sin decir nada.
En estos 11 años, juntas aprendemos a ser niñas en su mundo, y soy sus sandalias para protegerla y sentirla. Pero avanza rápido, se descalza tímidamente y me olvida en la orilla llena de arena, sola, callada y mojada. Desata lazos y deja sus cosas, se aleja, se deja amar, y yo sólo puedo estar ahí, en el mar que hace que la encuentre en mi corazón y en la despedida sin decir nada.

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