Están ahí,
abriéndome un paraje regado de nostalgia.
Llegan impuntuales
a jugar con las tercas agujas del reloj.
Vienen a guarecerse de los dolores viejos
buscando entre las uñas
algún amanecer, alguna ausencia.
Se posan en los libros que caen de los estantes,
y como trapecistas,
se cuelgan de las lámparas,
simulando destellos con sus ojos vacíos,
con sus labios de rojo transparente.
Algunos me responden
con un gesto mordaz cuando pretendo
endulzarles la boca, y de puntillas
recorren los pasillos
sin otra melodía que el eco de sus pasos.
Otros dejan
al filo de mis botas una lágrima,
pero todos cumplen la penosa tarea,
cada noche, de hurgar en el arcón
de mis debilidades.
Escrita por José Pozo Madrid, de Tomelloso, Ciudad Real
Precioso poema cargado de un halo nostálgico.
ResponderEliminarSaludos.