bajo el cielo estrellado de Oriente,
sentí el dorado de la arena
y escuché una figura de serpiente.
Cada luz que brillaba en el cielo
me recordaba que tú estabas lejos;
reflejo de mis lágrimas,
que por contarlas quedé ciego.
De rodillas caí al suelo
y ví tu rostro entre las dunas.
Te quise acariciar el pelo,
mas destrocé tu figura.
Confundí la brisa con tu aliento,
la noche con tu nombre
y mi soledad con el desierto.
Aquella serpiente vino sigilosa hacia mí,
fijó su mirada en mi frente y,
marcando mi propio fin,
me clavó su veneno para siempre.
Quedé tumbado en la arena
y no dejé de pensar en ti.
Te escribí este poema
y luego dejé de existir.
Escrita por:
Marta Ojeda MuñozTraductora e intérprete
SEVILLA
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