lunes, 2 de abril de 2012

QUEMANDO UN HOMBRE DE PAJA

Perseveraban a costa de su presente y de su futuro. 
Uno peleaba con la parte pueril del discurso del otro, 
quemando un hombre de paja sin sustancia. 
Si uno paraba, el otro ganaba.
Entonces seguían por horas y años.

En ese goce sin retorno, prever los movimientos del rival 

permitía ganar a veces el juego y ostentar el poder. 
Después de cada disputa se avergonzaban por seguir juntos.

El rostro del otro era familiar y muchas veces bienvenido,
por eso, inconfesadamente, soñaban con volver al punto
donde se rompió la esperanza y repararla.

Conocer el laberinto era peor que pelear, porque creaba nuevas preguntas: 

“¿Cómo parar de preguntarme qué hacer?
¿Cómo aceptar que no hay nada que hacer 

o simplemente que no soy capaz de hacerlo?”

Así, girando, fracasaban cada día, mientras la vida pasaba sin involucrarnos.


Alejandra Adriana Tallarico
MADRID

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