Una vez, en algún lugar, alguien en verano abrió los ojos al mundo,
y otra vez, en otro lugar, otro alguien nacido en un lugar
de la otra punta, abrió los ojos al final de la primavera.
Ambos alguienes, algo más tarde, se sonrieron con sonrisas
simétricas en un mundo asimétrico (pero decidieron respetar
las circunstancias, siempre tan importantes),
y luego hubieron de separarse para que otro alguien naciera
en otro lugar al final del invierno. Así, mientras el uno,
por la calle de un lugar al final del invierno, pensaba en el otro,
el otro, desde otro lugar, reproducía el mandala del mundo.
David Morán Aguayo
Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla
y en Derecho por la Universidad de Córdoba
BARCELONA
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