Es extraño cómo golpean a veces las palabras, vienen en racimo.
Frases armadas que parecen ser la puerta de entrada a algo,
el anuncio de un camino.
Tosca, trastabillante, incolora, insípida. Así se sintió al entrar
en el pequeño local donde él vendía cámaras antiguas.
La narración a partir de ese punto me desinteresa en absoluto.
Anoté los adjetivos iniciales porque me llegaron en hilera
mientras cruzaba una calle de adoquines, y me gustó
el sonido de la frase.
¿Por qué de repente el interior profundo se pone a hablar
con sonidos balanceados y en grupos perfectamente coherentes?
Me sorprendería menos escuchar:" los trenes vaivén preciado
sin ambages”.
Hay un interior con una valoración exacta del ritmo y el sentido
de las palabras. Supongo que estoy hablando del inconsciente.
Lidia Alicia Adobato
BUENOS AIRES (ARGENTINA)
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