Estaba convencido de que esta vez era la definitiva.
Estaba convencido de que esta vez no se había equivocado
y de que había elegido el momento oportuno. Se armó de valor
y bajó la escalera. Abrió la puerta del portal y …, allí estaba ella,
esperándole, diáfana…, tenía la calle ante sus ojos, el exterior,
sólo tenía que atravesar la puerta y estaría fuera.
Después de tanto tiempo volvería a sentir lo que era tener
el cielo ahí arriba, volvería a sentir lo que era estar en un espacio
abierto…, empezó a faltarle el aire, no podía respirar,
aún no había traspasado la puerta pero ya comenzaba a pensar
que tendría que dejarlo para otro día, todavía no estaba preparado.
Cerró la puerta y subió de nuevo las escaleras.
Ana González Menéndez
Doctora en Filosofía
GIJÓN (Asturias)
Http://lasdiscordiasdehera.blogspot.com.es
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