EL DESCUBRIMIENTO
DE LA MUERTE
Si un niño nunca pregunta lo que no quiere saber, y
cuando todo
(hasta la abeja Maya) le resulta maravilloso y eterno, va
y te planta con los puñitos de su lógica (tan cargada de
verdad
como la de un loco) este directo: “¿Qué pasa cuando nos
morimos?”.
Seguro que te hará ver las estrellas de la vulnerabilidad
e impotencia
que alberga: “¡La abuelita se ha muerto!, mi mundo,
¿entonces?,
¿también yo puedo morirme?...”.
Añorarás irte a tu rincón, ¡pero no lo hagas! Reponte, y
rápido,
si no quieres un noqueo tuyo, suyo o de los dos,
aciértale
con las palabras más idóneas al corazón: que la muerte es
natural
e irreversible. Lo encajará… y… ¡combate nulo!
Federico
Sánchez Alcolea
Profesor
jubilado
MADRID
(VII
Antología pág. 121)
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