TAN DISTINTA PERO
TAN IGUAL A MÍ
Yo no vi la cara de mi hija nada más nacer,
ni sentí su cuerpo tibio junto al mío sudoroso
porque ella nunca estuvo en mi vientre.
Durante años la esperé y acuné sus sueños a miles de
kilómetros,
y cuando por fin la tuve en mis brazos supe
que ya nada podría separarnos.
Describir con palabras el torrente de sentimientos
que sentí al abrazarla es imposible.
Solo puedo expresar la nitidez con la que se me quedaron
grabados la suavidad y el brillo de su piel, su olor a
galletas
mojadas y la profundidad de sus ojos, porque en ese
momento
comprendí que ella también me estaba esperando.
Mientras regresábamos a casa no podía dejar de pensar
en la historia de pérdidas que nos había unido.
Pero allí estábamos las dos, una frente a la otra unidas
por un lazo invisible que va más allá de la sangre.
Mi hija, tan distinta pero tan igual a mí.
Begoña
Flores Bejarano
Publicista
MADRID
(VII
Antología pág. 231)
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