TORMENTA
El día se transformó en noche, el viento silbaba
amenazante,
desconcertando a las hojas con sus remolinos. Truenos
anunciaban
la presencia de la lluvia. Llegó. Con fuerza.
Intermitente.
Golpeaba el suelo produciendo una especie de melodía
guerrera,
como queriendo despertar ancestrales seres. El río salió
de su cauce
produciendo un ruido agregado; aguas turbias, lodosas
se aproximaban, pero el mensaje había llegado, las mismas
se iban
transformando en felinos enormes con intimidantes
colmillos,
animales que desde la Prehistoria no habían sido
perturbados.
Venían en manada, furiosos, chocaban contra todo,
arrastraban
lo que encontraban a su paso, penetraban sigilosamente
en las viviendas, nada los paraba, las puntas de sus
garras aparecían
por debajo de las puertas, deslizaban sus cabezas, sus
cuerpos,
estaban llenos de furia. Sigilosamente como acechando sus
presas
se pegaban a los escalones, estirando sus garras,
buscando…
Y la lluvia continuaba llamándolos.
Graciela
Blanco Hernández
Agobada
(VII
Antología pág. 247)
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