lunes, 29 de diciembre de 2014

ANTOLOGÍA 2014: ANDANZAS

ANDANZAS

Todos los españoles y españolas nos vemos forzados a realizar algún
tipo de acercamiento a las célebres andanzas, de tal guisa que las
conocemos desde la misma distancia con la que conocemos el patio
del colegio y las esquinas de aquellas calles. Pintamos sus colores
con la brocha gorda de la memoria lejana. Nos escondemos en los
rincones cuando queremos fumar alguna hierba y volver al vientre
de nuestras madres o al de nuestras novias que a esto le concedemos
bastante importancia. Al mismo tiempo, nos olvidamos de ver
las manos actualizadas de la gente, sus injusticias actualizadas;
la cara oculta de la gente o su otro rostro, el que muestra la gente.
Pienso que todo sería distinto si no nos viéramos forzados a mirar
esas andanzas. Un ancestro muerto en tierra, que ya no existe ni
existirá jamás. Solo adquiere sentido cuando somos viejos
y comienza a apetecernos mirar al pasado.

Hasta los treinta años, por lo menos, nuestra obligación es ojear
hacia adelante y crear un mundo diferente; nuestro, entero, cerebral.
Deberíamos leer solo libros futuristas, fantásticos, factibles, para
coger ideas e ir haciendo pruebas. Diseñaríamos calles, cubiertas de
vello, por las que podríamos caminar descalzos como por alfombras.
Y colegios en las praderas, con flores, agua, árboles y piedras, cielo.
No gigantes ni molinos ni Sancho. Así era el edén, al fin y al cabo.

Es ridícula esta idea que también creamos nosotros mismos
si luego nos vemos forzados a descreérnosla. Me preocupa esto.
Y me siento ridículo cargando con esta preocupación.

Así que imagino las cosas de otro modo. Imagino que aquel
caballero tuvo melenas en ristre y patines con los que perseguía
mariposas. Un día, revolvió las hojas de un académico que pasaba
y cayeron todas de cara al suelo, el futuro abierto al arcoíris.

Ricardo Lamelas Frías
Licenciado en Psicología
GUADALIX DE LA SIERRA (Madrid)
(VIII Antología pág. 35)

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