AVE FÉNIX
España, país excelso de raigones profundos, como hilazas
de acero.
Fuiste leño y ya eres bosque por las praderas del
universo. Atrás
quedaron las fronteras angostas con aroma a pueblo
creyente de
sacristía y taberna, a sumisos obreros bajo el peso de
una pena
antigua sujeta a la mordaza del Sindicato Vertical.
De ti nacieron tímidos pimpollos con el alborozo de las
buenas
noticias y ese temor a la escarcha tardía. Adelante el
verano, bajo
un círculo de sombra que hacía grandes las tardes de
agosto, tus
hijos, recién barnizados, aunaban esfuerzos por hundirse
en la greda,
por crecer blandamente, sin molestarse, compartiendo
suelo. ¡Qué
orgulloso estabas!
Decorados de verde esperanza descubrieron que podían
llegar
al norte o extender sus semillas por el mar Mediterráneo.
Más
allá de ríos y lindes otras geografías ofrecían su saber
y su pan.
Pujantes arbustos cuya savia se nutría con leche y miel
de los salmos
prometían un futuro de espesura compacta, de cepas
clavadas en
noble tierra española. El desaire parecía alejado, sin
embargo, por el
follaje difuso asomaban tallos osados atropellando la
equidad de la
campiña.
Regiones secesionistas henchidas de un fervor irracional
que
desprecia al diferente, en nombre de la cultura
separadora,
amenazan con desbaratar la soberana nación de España.
Iberia del pueblo griego, Hispania con los romanos,
península
occidental de Europa, no doblegues la testa humillada.
Resurgirás
invicta de tus propias cenizas como el ave fénix.
Los que te queremos y, somos muchos, asistiremos al
milagro de tu
resurrección.
Carmen Fernández
Pérez de Arrilucea
Auxiliar de Enfermería jubilada
VITORIA-GASTEIZ
(VIII Antología pág. 61)
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