DESFILE EN VALENCIA
La luminosa y florida plaza frente al Ayuntamiento,
estaba poblada
por un gentío alineado en el borde de las aceras,
esperando un
desfile que, todavía invisible, se acercaba lentamente,
anunciándose
con un marcial y atronador sonido de tambores y cornetas.
Por fin
la marcha llegó frente a mí. Pasaban en marciales
columnas de diez
o doce en fondo, encabezados por varias filas de músicos
y detrás,
cubriendo toda la ancha calzada, siempre prolijamente alineados,
venían multitud de hombres portando banderas y
gallardetes a
franjas amarillas y naranjas.
Detrás de los músicos, en el centro de la calzada, sobre
una plataforma rodante, escoltado y empujado con un
respeto
casi religioso, se erguía un gigantesco caballo blanco de
unos cinco
metros de largo por unos tres o cuatro de alto, con la
cabeza,
la cola y las patas articuladas. No quise preguntar en
ese momento,
solo miraba asombrado el aspecto marcial y silencioso de
los
caminantes y las variadas actitudes de los muchos
espectadores que
contemplaban su paso.
Al volver al hotel, el noticioso televisivo informaba
sobre el desfile
de la plaza, haciendo mención que desde algunos balcones
se habían
arrojado numerosos huevos y algunas piedras, lo que había
originado
incidentes y corridas. "Son los catalanistas -dijo
el conserje- que
quieren que Valencia pase a formar parte de Cataluña,
porque dicen
que el idioma que hablamos, lo trajo Jaime I cuando nos
liberó de
los árabes en el año 1238; pero se equivocan, aunque se
parezca al
catalán, el idioma valenciano ya lo hablábamos bajo la
dominación
árabe".
Así supe de un conflicto regional que se empeña en
desdecir aquello
de que “hablando se entiende la gente”. Tal vez, de aquí
heredamos
los argentinos la tendencia a dividirnos.
Alberto Ernesto
Feldman
Nacido en BUENOS
AIRES en 1941
Jubilado
(VIII Antología pág. 175)
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