ESPAÑA POR HACER
Ortega decía que el problema fundamental de nuestro país
es
el odio a las élites. Lo decía, supongo, recordando a
Nietzsche:
el odio hacia los mejores por parte de los hombres
mediocres
termina siempre en una inversión de los valores. Acabamos
por llamar bueno a lo más bajo, y por llamar malo a lo
único que
podría crear orden y sentido. Como la fábula de la zorra
y las uvas: la
zorra termina despreciando las uvas (“Seguro que están
verdes”,
se dice) para hacer soportable el hecho de que no puede
alcanzarlas.
Es verdad que aquí se odia la excelencia. No se soporta
que haya
nada por encima. Por eso la gente les dice a los médicos
lo que
deben recetarles y a los profesores cómo deben enseñar.
Por eso
elegimos políticos ineficientes y admiramos a toda clase
de patanes
televisivos. Es más fácil identificarse con estos y, de
paso, evitar el
desagradable sentimiento de estar por debajo de otros.
Más al norte no tienen ese problema: para un
centroeuropeo, la ley
no es humillante, sino la expresión de una libertad
colectiva.
Eso aquí no sabemos verlo. Preferimos aparcar en doble
fila, tirar
basura a la calle, saltarnos las colas, trampear al
Estado.
Nosotros somos aún ese conjunto de tribus anárquicas que
describiera Estrabón. Odiamos la ley, porque para nosotros
la ley
siempre está por encima. Chesterton decía que la
mediocridad
consiste en estar delante de la grandeza y no darse
cuenta.
Vivimos esa adolescencia en que se encuentran la rebeldía
más
estéril y el desprecio de todo cuanto ignoramos.
España no está hecha. Es, tal vez ha sido siempre, una
tarea que
queda por hacer.
Alejandro Martín
Navarro
Nacido en SEVILLA
en 1978
Doctor en Filosofía
Profesor, poeta y
traductor
(VIII Antología pág. 159)
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