lunes, 26 de octubre de 2015

ANTOLOGÍA 2015: ENTRE RÍOS

ENTRE RÍOS

Con brío mozo, de chiquito el hijo aprendió las regiones de España en un mapa político que colgaba de una escarpia sobre el encerado. Columbró las provincias que integraban Castilla la Vieja y también las de Castilla la Nueva.

Con ingenua insolencia cincuenta años después, el hijo tenía los sesenta bien contados, le cambiaron la historia, le condenaron a repetirla. El nieto de aquel hijo aprendió las comunidades autónomas e insertó en la memoria qué provincias componían Castilla y León y cuáles Castilla-La Mancha.

Con ingenua insolencia se despidió a la Gramática de Bello para poder hablar de trabajadores y trabajadoras, niños y niñas, ciudadanos y ciudadanas, padre y madre en lugar de padres, y lo vendieron como lenguaje integrador. Nuevas palabras acompañaron al diccionario, pero quedó Machado.

Con ingenua insolencia vinieron enseñas, himnos y una educación centrada en lo local para diferenciarnos, y se olvidaron de la bandera blanca, para siempre. Así revivieron el reproche y la envidia. Siguieron miradas maliciosas de inteligencia en los hombres y se les prohibió soñar.

Pero el Duero y el Tajo se plantaron a los hombres desde un mapa físico; sempiterna itinerancia por la península ibérica en su afán de matrimoniar, de morir en pos del mismo azulino océano al canto del poeta.

Con ingenua insolencia se enredaron en disculpas, cohonestando cada cual su actitud de ira, echándose las partes en cara la responsabilidad de la provocación y casi volvieron los ademanes de pelea, las frases despectivas, pero no se reanudó la lucha, felizmente abortada.

Después los ríos permanecieron ahí, fluyendo, sugestivamente poéticos, como invitando a las almas a una vida de remansos y de olvidos, desterrando para siempre las aguas turbulentas y las miserias humanas.

Luis Miguel Carreras Jiménez
Funcionario
ARRECIFE DE LANZAROTE
(IX Antología)

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