INTEMPORAL
Me duele, sí, me duele; con un dolor sordo que se apodera
de mi pecho, y es que hay cosas que siento mías; son la sangre caliente de mis
venas.
Limpio el vaho que empaña el recuerdo de Manrique,
Bécquer o Machado. Y sufro, si pienso, que nuestros libros se olviden de Jorge
Juan, Elcano o Churruca. Palidezco si el polvo acaricia un Murillo, o si muere
el murmullo y el sonido de pasos frente a un Velázquez y me mata la mirada
ausente del que no siente con Goya.
¿Puede languidecer un país tan lleno de historia? ¿Acaso
abruma, a este tiempo tan esquivo, tan enorme bagaje cultural?
Nuestras hojas se amontonan cubiertas de ingrato olvido.
Nadie oye ya sus voces, duermen en los libros. Nuestros genios y héroes pasados
nos reclaman; tímidos, pero vivos. Nos ofrecen la gloria de esta vieja patria:
fuerte y unida. Querida, allende los mares, por hermanos de lengua y sangre.
Que lo olvidemos me duele, sí, me duele.
La historia se repite y, si no olvidamos, podrán venir
guerras, seremos Lezo; tristezas y dolor, somos hijos de una posguerra; falta
de fe, la combatiremos con san Agustín y Santa Teresa; incultura, no medrará por
Salamanca y sus callejas; ceguera, la curaremos en el Prado; insensibilidad,
huirá al leer a Lorca y a tantos poetas, y, si muere la inspiración, Gaudí será
la semilla nueva.
Un eco universal habla de nuestro fértil pasado, ahora
centrémonos en el presente; creemos futuro. Volvamos a ser quijotes
desempolvando palabras oxidadas: «honor, orgullo, respeto» y no volverá a
ponerse el sol; renacerá nuestra vieja patria. Nuevas Españas nos aguardan
cuando todos, incluidos empresarios, políticos y banqueros, digamos: «¡Me duele, sí, me duele!».
Miguel Leopoldo
García Peña
ALHAURÍN DE LA
TORRE (Málaga)
(IX Antología)
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