Y POR QUÉ NO EN ESPAÑA…
Las
seis.
Me
encuentro hundido en el octavo nivel de profundidad del sofá. Mi televisor y
yo. Dos buenos amigos en los últimos tiempos de desencuentros con casi todo lo
trascendente, yo mismo incluido.
Es un
encuentro de rugby y sigo con mi letargo, mientras los jugadores comienzan a
situarse en una larga fila. Primero, los blancos de la Rubia Albión, seguidos
de los rojos galeses.
Algunos
son enormes. Fuertes como osos. Mandíbulas cuadradas. Rostros de rasgos
acusados y gesto decidido.
Comienza
a sonar el himno galés… Tierra de mis padres y todo cambia. Los hombres de rojo
cantan con el pecho henchido. Alguna lágrima se asoma en los rostros curtidos y
las cámaras se recrean siguiéndolas.
Me
incorporo y no doy crédito a lo que veo, pues parece que los sentimientos
adquieran forma. La gente que llena el estadio está en pie y yo despierto con
todos ellos.
La
banda ataca el Dios salve a la reina y el orgullo inglés se expande por la
hierba y llena los graderíos. Todas las gargantas son una sola y la emoción es
palpable en la hilera de sacos de músculos y también en la multitud que canta
enardecida.
Una voz
en mi interior me grita que en mi España no es así y, lo que es peor, no lo
será en los próximos tiempos, aunque merecería la pena intentarlo con fuerza
una vez más…
Puesto
en pie. Solos el televisor y yo en la sala de estar. En este momento, cuando
los últimos ecos del himno se desvanecen, quisiera ser inglés…
José Ángel Castillo
Vicente
Diplomado en
Ciencias Empresariales
MURCIA
(IX Antología)
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