LA COMUNIDAD HISPÁNICA DEL FÚTBOL
Y el bello juego llegó a los países de la lengua de
Cervantes, quienes lo rebautizaron como «fútbol» y trocaron un término
flemático por el furioso y gutural «gol». Y fue haciéndose cada vez más grande
la comunidad hispánica de los aficionados al deporte rey, acuñando términos
como «la gambeta», «la chalaca», «el sombrero», «el gol olímpico», «la
bicicleta», que se unieron sin problemas a los de «córner», off-side o foul, porque el orgullo de su idioma no les
provoca tampoco las taras de la xenofobia, ni la del fundamentalismo, así que
nunca escribirán «Qatar 2022» con c.
Y por lo mismo, la comunidad hispánica del fútbol se
encuentra en los salones de chat de la galaxia Internet, compartiendo
comentarios en tiempo real, tales como «hostias, qué mal pase», o «che, fierita, ¡qué
jugador!» o «chico, ¡pero qué golazo!» o «ay no mames, güey, que fue de
penalti».
Porque el balón se mueve tanto en la antigua metrópoli como
en las repúblicas americanas, y se puede dar un pase largo hasta las Filipinas,
donde una enorme «pared» traslada la pelota a Guinea Ecuatorial, para de un
cabezazo certero mandarla al norte, a nuestros hermanos del desierto, para
quienes el grito bendito de «gol» tan solo es un ensayo del más sagrado de «¡libertad!»,
que finalmente, más tarde o más temprano, retumbará en las arenas del Sahara.
Antonio Villegas
Lazo
Abogado deportivo
LIMA (Perú)
(IX Antología)
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