lunes, 1 de febrero de 2016

ANTOLOGÍA 2015: DROGADICTO ESPAÑOL



DROGADICTO ESPAÑOL

Como yonqui juicioso, ya había esnifado una raya de Mario Benedetti en el baño. Conque, plácido a la vez que estimulado, me dirigí a mis nuevos camaradas:

«Buenas tardes. Me llamo Leo Sabio y mi devoción por la lectura comenzó cuando me administré el fardo completo de Historias de cronopios y de famas. Después llegaron los alucinógenos millasianos, los tranquilizantes cervantinos, la nieve peruana. Hasta un triste día en que no pude sufragarme más droga y tuve que infiltrarme libros de cocina, pincharme prospectos de antiinflamatorios, chutarme el pedigüeño cartel de un mendigo con sus cancerígenas faltas de ortografía. Y aquí me tienen, engrosando este universo endogámico que te absorbe sin piedad y para el cual no se ha descubierto cura ni esterilización alguna. Por ello, les rogaría que si alguno de ustedes ha conseguido asilvestrarse, no tengan reparo en compartir con este muerto viviente el preciado antídoto. Muchas gracias por su atenta escucha».

Tras la terapia de grupo, tomé el metro y bajé en la salida en que confluyen Galdós y Lorca. Aceleré el paso con Unamuno bajo el brazo. Cuando llegué a mi apartamento, saqué los libros del botiquín y los lancé a la chimenea con sumo cuidado, pues conocía sus contenidos inflamables. Más tarde, al acostarme, sentí remordimiento y regresé a las ascuas. Allí estaba, sin un solo rasguño, la novela Los libros arden mal, de Manuel Rivas. Y junto a ella, cual pergamino egipcio, una hoja seca de ficción hiperbreve que escribí en mi fase de mayor enganche:

«UN HERBÍVORO EN LA FINCA DE PASTORA
Hoy amanecí con el monte repelado. No dejó ni rastro el cabrito».

Esa noche sorprendí a mi esposa leyendo clandestinamente mi candoroso microrrelato. Exclamó: «Eres un cerdo». Yo le respondí: «Y un enfermo. Por favor, que alguien me abrace».

José Agustín Navarro Martínez
Economista
(IX Antología)

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