DESPUÉS DEL DESPUÉS
Se levantaron barricadas en las mentes, alambres de
espino en el alma, y España pasó a ser la mitad de lo que era. Se cambiaron los
abrazos por las balas. Las caricias por pisadas de tanques que dejaron huella.
Se subastaron las entrañas, se compró el ruido y el miedo. Traficaron con el
hambre, con exilios y con las ganas de soñar. Malvendieron la cultura, la
fusilaron al alba. Y las campanas de las iglesias repicaban cada hora a duelo.
Desde las trincheras se disparó desprecio. Y ángeles
plateados sobrevolaron las nubes lanzando cartas de despedida. La sangre tiñó
los adoquines, y los anhelos quedaron desterrados al olvido. Después hubo
silencio. Sábados sin música. Buzones sin correspondencia. Y la desgarradora
incógnita de no saber si volverían aquellos a quienes habían amado.
Y después del después humo y ceniza. Entre pinares,
resina y cartillas de racionamiento. Entre miradas faltas de un «lo siento»,
entre espinas sin rosas y postales amarillentas. Los campos de Castilla de
Machado dejaron de dar siembra. La luna perdió su brillo y la miseria se
extendió como una niebla que lo cubre todo. A partir de ese momento se
afrontaron las tormentas sin creencias ni paraguas.
La libertad de expresión menguó, se alquiló un general
durante treinta y nueve años. Y España se mantuvo a la sombra, de un ciprés,
como la novela de Delibes. Tras él, tiempos de cambio, la Transición. Se empezó
a luchar por algo más digno. Entre golpes de Estado fallidos y poemas de
renuncia caídos en desgracia.
Y llegó el euro. Y todos aquellos que sobrevivieron a la
«civil» fueron desvaneciéndose uno tras otro. Dejando como herencia un país con
grilletes, esclavo de su pasado. Una España que sigue viviendo en un naufragio
y quemando sus raíces. Habitando
un presente cargado de cicatrices.
Daniel Somolinos
Licenciado en Comunicación Audiovisual
Trabaja en El Mundo
(VIII Antología)
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