Qué mejor texto que este, un fragmento
del discurso «Nuestra lengua» de
Octavio Paz en el Congreso de Zacatecas (1997), para celebrar con nuestros hermanos del otro
lado del océano el 12 de octubre, Día de la Hispanidad pero también de la
Lengua Española.
«… El español nació en una región de la península
ibérica y su historia, desde la Edad Media hasta el siglo XVI, fue la de una
nación europea. Todo cambió con la aparición de América en el horizonte de
España. El español del siglo XX no sería lo que es sin la influencia creadora
de los pueblos americanos con sus diversas historias, psicologías y culturas.
El castellano fue trasplantado a tierras americanas hace ya cinco siglos, y se
ha convertido en la lengua de millones de personas. Ha experimentado cambios
inmensos y, sin embargo, sustancialmente sigue siendo el mismo. El español del
siglo XX, el que se habla y se escribe en Hispanoamérica y en España es muchos
españoles, cada uno distinto y único, con su genio propio; no obstante, es el
mismo en Sevilla, Santiago, La Habana. No es muchos árboles, es un solo árbol pero inmenso, con un
follaje rico y variado, bajo el que verdean y florecen muchas ramas y ramajes.
Cada uno de nosotros, los que hablamos español, es una hoja de ese árbol. ¿Pero
realmente hablamos nuestra lengua? Más exacto sería decir que ella habla a
través de nosotros. Los que hoy hablamos castellano somos una palpitación en el
fluir milenario de nuestra lengua.
El castellano contiene
a todas las obras que se han escrito en nuestro idioma, desde las canciones de
gesta y los romances, a las novelas y poemas contemporáneos; también a las que
mañana escribirán unos autores que aún no nacen. Muchas naciones hablan el
idioma castellano y lo identifican como su lengua maternal; sin embargo,
ninguno de esos pueblos tiene derechos de exclusividad, y menos aún de
propiedad. La lengua es de
todos y es de nadie. ¿Y las normas que la rigen? Sí, nuestra lengua, como todas, posee un conjunto de
reglas, pero esas reglas son flexibles y están sujetas a los usos y a las
costumbres: el idioma que hablan los argentinos no es menos legítimo que el de
los españoles, los peruanos, los venezolanos o los cubanos. Aunque todas esas
hablas tienen características propias, sus singularidades y sus modismos se
resuelven al fin en unidad. El idioma vive en perpetuo cambio y movimiento;
esos cambios aseguran su continuidad, y ese movimiento, su permanencia. Gracias
a sus variaciones, el español sigue siendo una lengua universal, capaz de
albergar muchas singularidades y el genio de muchos pueblos…».
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