COLES DE BRUSELAS
¿Quién dijo que las coles de
Bruselas eran típicas de aquí? Como a ti te fascinan las busqué en un arranque
de nostalgia casera. Hoy me comentaba un colega que aquí se cultivan, pero se
consumen poco. Esta noche nos reunimos «los españolitos», los que tenemos
contrato de prácticas y otros que acaban de aterrizar movidos por la esperanza.
¿Sigues teniendo fe en mí? Decías que con mi expediente y mi tesón llegaría a
ser una buena abogada.
Te habrán contado que comparto piso
con una valenciana que busca trabajo de periodista. La casa es una antigua maison de maître reconvertida. Para
ir al WC hay que bajar varios peldaños hasta un rellano general. Fatal,
pensarás, si sobreviene una emergencia.
Me has privado de tu voz todo este
tiempo. Fugazmente me enviaste una señal a través de mamá: «Un beso de mi parte».
¿Es miedo a que me equivoque? «Un año se convierte en años», fue tu frase
cuando me iba al aeropuerto. Quizá decidas un día romper el silencio porque ni
el rencor ni la incomprensión duran eternamente. Desde que terminé la carrera
hace tres años me he empachado de datos sobre el paro. El otro día me escribió
Juan, el vecino, desde Zurich. Le va bien en su empresa pero se le atraganta el
alemán. Sé que no te hace gracia que pase los fines de semana detrás de una
barra, porque ya te habrás enterado que así me mantengo. No voy a servir
cervezas de por vida, si eso te tortura.
Se fue tu hija mayor y la ausencia
duele. Mi decisión no se ajustó al momento de crisis. Los despidos anunciados
por tu empresa, la losa que cayó sobre ti, tan joven o tan mayor. Mayor para
ser atractivo en el mercado y joven para retirarte. Hice las maletas mientras
salías a defender a gritos tus derechos, pendiente de una prejubilación
forzosa. Siento esa amputación de tu currículo y siento haberme ido en medio
del cataclismo.
Nuria García
González
MADRID
(VIII Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario