CAPÍTULO POSTRERO
Donde se da buena cuenta de cómo se
toparon con el desgobierno de España cuando hete aquí que vinieron los astros
todos en confabularse para que ningún candidato alcanzara mayoría bastante al propósito
de conducir por esos caminos de Dios esta ínsula Barataria en que había venido
a convertirse España, otrora honra, prez y modelo a imitar en toda la redondez
de la tierra.
Luego que Sancho los atisbó por lontananza, vio fácil la
solución a los lanzazos que se propinaron Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo
Iglesias y Albert Rivera sin piedad alguna.
-Bien veo Sancho
que no sabes de la misa la media. Esos lanzazos que semejan no son sino lances
propios de enamorados y esos dardos que simulan golpes bajos donde más duele,
flechazos de amor con que se asaetean para que veamos hasta dónde alcanza el
valor de su fuerte brazo. Y ese amor descomunal, que solo la sin par Dulcinea
es merecedora única, a España es debido, no creas que persiguen a dama alguna a
la que encomendar sus pensamientos todos, según es costumbre entre caballeros.
Y por ella mesarse han los cabellos en cuanto nos descuidemos un trecho si no
logran conquistar su gobierno.
-Válame Dios, ¿esas
tenemos? Luego entonces, ¿no sangran por los cuatro costados según se apedrean
e insultan?
-Quia; bien sabes
tú de sobras que no siempre donde hay tocinos hay estacas.
Y, entonces, lo que tuvo que ser fue y la ínsula
Barataria volvió por sus fueros como solía y entonces sin saber cómo ni cómo
no, aparcaron sus diferencias y comenzóse el país a gobernarse de tal manera
que ni pintiparado. Y a «facer Españas». La del alba sería cuando entonces… Y,
como todas las cosas sucedían como por encantamiento, eso pensó Sancho y a pies
juntillas lo creyó su señor don Quijote. Y no se hable más.
Julio Arnaiz
Nacido en VALGAÑÓN
(La Rioja), reside en Logroño
(X Antología)
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