viernes, 3 de marzo de 2017

ANTOLOGÍA 2016: EL ESPAÑOL, ARRULLO DE VIADUCTOS




EL ESPAÑOL, ARRULLO DE VIADUCTOS

El verbo fue la luz.
Ese abrazo de espuma desangrada
que fue astrolabio y báculo
y trazó los senderos a nuevas primaveras
vistiendo de sorpresas los ojos de la niebla
o zurciendo volantes al estío.

El verbo fue esa luz que se hizo mayo
y en la caligrafía sin límites del cielo
se desmigó en hogazas de prodigio
posando su dulzura, como mar en exilio,
como lágrima casi;
como si fuera un pan precipitando
su herencia sobre el rostro de pueblos hermanados.

Esa luz concluida, rebosante
en el azogue de unas nuevas tierras
que, como sol nonato, primerizo,
despertó los silencios con hálitos de alburas,
sabiendo que al nacer
se «desnacía».

Fue esa luz que alborea de la entraña
de un horizonte donde se extravían
los puntos cardinales.
Y, como si latidos, como brisa brillante,
como el amor, quizá, pacientemente,
fue viaducto el idioma,
y a un tiempo fue pastor, y fue, desde su génesis,
la parte más humilde del rebaño
(de ahí que fuera también la más querida,
la más integradora).

Fue el verbo, la palabra, el español neonato
la luz que concluyera, que rebosara, virgen,
disolviendo fronteras,
poniendo de puntillas las distancias,
no hay más larga distancia que el mutismo,
ni puente más veraz que la palabra. 

El español fue luz, suspiro virgen,
que reclinó la frente sobre el mundo
para expiar su culpa por tener la osadía
de besar la quimera,
sin licencia y con ansia.
Solo obsequió, desnudo, sus palabras,
y a cambio retornaron
engalanadas, nuevas,
perfumadas y envueltas
en algo parecido a un corazón.

Manuel Laespada Vizcaíno
Nacido en ALBACETE en 1958
(X Antología)

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