ESTO TAMBIÉN ES «FACER ESPAÑAS»
—A, b,
c, d, e, f, g…,
este es nuestro abecedario —dijo la profesora de español a sus alumnos
inmigrantes después de escribir el vocabulario en la pizarra verde. Prosiguió
diciendo—: con él hablamos y escribimos, y… como escribimos… tenemos muchos
libros de buenos españoles y latinoamericanos.
Ella inspiraba confianza pues hablaba con una sonrisa y
despacio para que todos la entendieran bien. Uno de los alumnos del color de
piel de la noche y acento extraño dijo:
—Me gustaría leer uno de esos libros escrito por
españoles y… y… —No le salía la palabra larga por lo que Azucena le ayudó
diciendo: «La-ti-no-a-me-ri-ca-nos» que él intentó repetir.
Después, la profesora se dirigió a la estantería que
tenía al lado y cogió el libro de Platero y yo que le entregó a su alumno con la
condición que lo leyera en tres meses. Otro compañero, pero con acento
marroquí, imitó a su compañero y pidió otro libro; así mismo un tercero con
ojos rasgados y varios más con acentos que nada tenía que ver con el idioma
español.
Azucena repartió El lazarillo
de Tormes, La Celestina, Zalacaín, Don Quijote, Los niños
tontos, El Aleph…; todos ellos en versión
escolar. Mientras los entregaba lo hacía con sonrisa en sus ojos y labios, pero
también con cierta sombra de incredulidad. Tras el tiempo establecido, a todos
les dijo tres meses, algunos libros se perdieron, otros ni siquiera se llegaron
a abrir, pero cinco no solo se devolvieron estropeados por ser leídos y
releídos, sino que esos cinco «alumnos extranjeros» que los habían leído
estaban más integrados en la cultura latino-española y en el país de acogida.
Ella pensó, hinchada de satisfacción: «Esto también es
“facer Españas”».
Tana Espín Valera
MURCIA
(XI Antología)
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