DESDE LA PALABRA
Sí, somos muchos los españolitos que a Dios nos
encomendamos, pero aquellas dos Españas que a ti te dolían ya no son dos. Habrá
una que bosteza aún, quién lo niega; apenas conocí a la moribunda. Hoy duelen
las Españas desgarradas que en vez de confluir se alejan. No son dos que se
enfrentan, sino muchas que se dan la espalda y que por intereses perversos, de
vez en cuando giran la cabeza para lanzarse un mordisco.
Hoy, más que nunca, los nuevos españoles quieren vivir,
sobre todo los que a vivir empiezan. En sueños busqué un asidero y existe:
perdura nuestro idioma común, y esa voz que a ti te definió, desde tu profesión
hasta tus versos, maestro, aleteó desde mi sueño a la vigilia, de la oscuridad
de la noche a la luz de esta mañana. Secundaré tu ejemplo y el buen camino de
tantas mentes y corazones que, como tú, hicieron del español su púlpito,
consagrado por la belleza: las letras de los grandes, de los maestros. Seguiré
enseñando.
Desde donde nos mires, fortalece el espíritu de nuestra
lengua, hermosa, valiente, facedora de vínculos, música de concordia que tú
supiste convertir en poesía, y espárcela sobre el paisaje que acoge a millones
de personas que comparten, por encima de mares y océanos, además de ilusiones y
potenciales, el instrumento de unión más valioso, el más útil: la palabra. No
habrá helor allí donde llegue la calidez de los sonidos que hermanan, el primer
paso hacia la unión es el entendimiento.
Hay una palabra tan profunda como bella; con ella soñé, y
vi a su lado, escrito, tu poema, que vive en mi memoria desde que de niña lo
aprendí: ¡Maestro! ¡Desde la palabra se empieza a «facer Españas»!
Eva Barro
Profesora
(XI Antología)
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