viernes, 23 de febrero de 2018

ANTOLOGÍA 2017: MESTIZO




MESTIZO

Eran cuatro o cinco tipos sentados en el fondo,
detrás del chirrido inoxidable de tenedores torcidos
y cuchillos desdentados,
detrás del ruido de la gente y las botellas,
escondido, uno gritó:
«¡Mestizo... como la mula, que no es burro ni caballo!».

Vi los ojos de mi hijo llevándose a la boca la cuchara
y un silencio impuro
como una lanza oxidada se me clavó en el pecho.
Un silencio que trepó como una mancha de humedad por las paredes,
tosco, embrutecido, lapidante.
Acorralados sobre el filo de la tarde como espíritus errantes,
escuálidos jinetes cabalgando hacia la nada,
esperamos un acto de justicia, una palabra
que nos reconcilie nuevamente con la vida,
esperamos un instante…
una semana… un universo…
y no llegó.

Hay que romper este silencio empobrecido,
no voy a romperlo a gritos, ni a pedradas como antes.
«Facer Españas» para que ahora, inocente, no te asustes,
para que no llores la ignorancia de otra gente
mientras nos levantamos de la mesa, nosotros los mestizos,
que llevamos en la sangre una España con olivos
que dan frutos de la tierra casi seca, nos marchamos
nosotros que llevamos la América cruda por las venas,
la salvaje,
la América profunda;
que hablamos un idioma de españoles,
que oímos de boca de mi abuelo
cada noche que decía hablarle a Dios en plena cara,
que hablamos la lengua de mi abuela,
una indígena con surcos en las manos
que conocía el idioma de los pájaros,
y la he visto susurrar al oído de los perros. 

Somos mestizos, somos mezcla,
voy a enseñarte hijo mío, de esta lengua cada letra
para que nunca más haga falta una palabra
cuando a alguien… donde sea…
el alma se le escurre y anda rodando por el suelo
hasta cualquier rincón lleno de mugre.

Kevin Valente
BUENOS AIRES (Argentina)
(XI Antología)


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