«El monje está en su celda… Pule la oración,
acaricia el verbo... Desconoce por completo que su universo será cuna del
castellano… No permanece ajeno al dolor, reza por todos y su sustento es
frugal. Pule la oración, acaricia el verbo» (pág. 59, Luis Miguel Carreras Jiménez).
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