MURO ADENTRO
Me di de bruces con Gabriela saliendo de mi despacho en
el cuarto piso de Barnard Hall. Ella iba hacia el Departamento de Historia.
Había un silencio sepulcral en todo el campus desde el día anterior, caras de
preocupación, mensajes de incredulidad. Ella, mexicana discreta, rara vez se
detiene a charlar; siempre soy yo, sevillana dicharachera, la que le doy
palique, que me encanta y tanto echo de menos aquí. Pero ayer se detuvo y me
miró, los ojos humedecidos: «Esto nadie lo esperaba». Traté de ser optimista,
pero cómo le voy a decir que no se apure; yo tengo la residencia desde hace dos
años y ella todavía la está tramitando. Además están su hija y su marido,
también mexicanos.
«Ya verás que no puede implementar contra los hispanos
todas las medidas que dijo durante la campaña, y vosotros sois legales,
Gabriela». Hizo un gesto de miedo que nunca le había visto: «Ayer, cuando mi
hija entró en su clase, los otros niños empezaron a decir a coro “Build the wall! Build the wall!”». Elenita tiene siete años y va a un colegio público en Saucon Valley,
zona próspera donde nunca se oyó de racismo. Volví a mi despacho con la
sensación de que todo había cambiado en una noche. Quizá estemos en la cuarta
vuelta, la teoría generacional de Howe y Strauss de la que la misma Gabriela me
había hablado porque la estudian sus alumnos. Pienso entonces que América no se
hace grande de nuevo, más bien América se cierra.
Carmen Ferrero
Profesora titular de Lengua y
Literatura en Moravian College
BETHLEHEM, PENSILVANIA (EE.UU.)
(XI Antología)
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