UNÍSONO
Se hizo el silencio. Las respiraciones contenidas
funcionaban como única banda sonora de un momento inolvidable. Millones de
españoles desde La Coruña hasta Cádiz con transbordo en Nueva York, Puebla,
Montevideo o Durban aparcaban su bulliciosa vida diaria para limitarse a
observar. En esta ocasión no decían, tampoco hacían, simplemente sentían. Solo
la ilusión puede conseguir esa sincronización entre tantas almas dispares y de
vocación independiente que, por una vez, se encontraban fugazmente unidas. La
radiografía del instante se fotografiaba en rojo, sin embargo, todo estaba
pendiente del montaje, imposible saber si iba a haber final feliz o no. Quizá
la intriga de la situación animaba la inusitada expectación. Y fue en ese
preciso instante cuando los españoles se fusionaron en un orgásmico y
multitudinario abrazo, un grito liberador que disipó, aunque solo fuera por
unos segundos, todas las diferencias ideológicas, culturales y sociales que nos
separan. Durante un breve momento, no hubo jefes ni empleados, fuertes ni
débiles, ricos ni pobres, chulos ni humildes, solo hubo personas, fugaz pero
enormemente felices, celebrando eufóricas que un chaval de la Mancha, como don
Quijote, de nombre Andrés y de apellido Iniesta, hacía España metiendo el gol
que jamás olvidaremos.
Ignacio
Muñoz-Delgado Carranza
Abogado y
escritor aficionado
MADRID
(XI Antología)
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