EN EL SENO DEL ÁMBAR
Están encapsuladas en cristales de ámbar, a
simple oído parecen tan españolas como lo que representan, pero provienen de
ese mundo maravilloso que era América: secretos de frutos y flores, hierbas
curativas, rumores de cascadas, selvas; destino de hombres lectores de astros,
ligados a la madre tierra. Viven protegidas por los pucarás
de los antigales andinos y por el mar Caribe. Son palabras dulces como chocolate
y batata; viajeras como canoas y piraguas; jugosas como ananá,
rojo tomate; sustanciosas como papa; suaves como caoba,
saben a yerba mate; fragantes como mburucuyá; oleosas de maní;
perfumadas de tabaco; sonoras maracas; diamantinas de jade
y obsidiana; salvajes como jaguareté y puma; musicales
como erkes, huracanes de lucha, tiburones guerreros, aviso
de coyote, sospecha de yacaré; poderosas como el Paraná. Las
palabras de América son ese mundo exótico de caimanes y macacos,
zumbidos de mangangá y coyuyos, humedal de carpincho,
majestad de cóndor, belleza de ceibo e irupé, cantos de zorzales
y chingolos, gritos de loro. Nombran humanos y lugares: Nahuel,
Catriel, Itatí, Uruguay. Palabras que se mecen en hamacas,
caminan aulas y calles mascando chicles mientras la tiza modela
su corazón de carey y de rodocrosita. Su vuelo de colibrí las
posó en el idioma castizo para insuflarle calidez, pulimento de color, hoy son
porción de gualicho, brebaje chamánico revitalizante, palabras
mestizas doradas, argentinas en el elixir del español.
Ana M.ª González
Profesora de Castellano, Literatura y Latín
Postitulada en Cultura y Civilización Italiana, Gestión y Práctica
Docente y en Escrituras, Comunicación y Creatividad Humana
CONCEPCIÓN DEL URUGUAY, ENTRE RÍOS (Argentina)
(XIII Antología)
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