«Al conocer la llegada de los conquistadores, los pueblos de México creyeron que presenciaban el regreso de Quetzalcóatl, dios tolteca que siglos antes había prometido regresar en una fecha fija que coincidió con el desembarco de Hernán Cortés… Los hijos del conquistador heredaron, además del ilustre apellido, una condición que marcaría el destino del continente y de todos sus hijos. Fueron producto del divorcio y la mezcla entre culturas» (pág. 170, Abel Dante Leguizamón, «Identidad»).
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