DE TACOS Y CERDOS
Hace
unos días, a propósito de los quinientos años del arribo de Hernán Cortés a
México, la senadora Jesusa Rodríguez declaró: «Con esa conquista, la religión
católica fue impuesta a sangre y fuego por fanáticos asesinos que venían a
depredar nuestro territorio y nuestra cultura». Aseguró que, tras la derrota
azteca, se comieron por primera vez tacos de carnitas, delicia culinaria
ciertamente emparentada con el lechón ibérico: «Los españoles traían los cerdos
y nosotros pusimos las tortillas, así que cada vez que comas tacos de carnitas
estás festejando la caída de la Gran Tenochtitlán».
El
asunto pudo quedar en lo chusco, pero después el propio presidente, Andrés
Manuel López Obrador, se aventó la puntada de exigir disculpas al rey de España
y al papa Francisco por aquellos acontecimientos.
Tal
desatino, más que abonar al debate, abrió viejas heridas. Parece que no se
trata de entender las circunstancias que nos dieron origen, sino de tomar el
partido del martirio, de los vencidos, de las víctimas; la «verdad» de fray
Bartolomé de las Casas frente a las «mentiras» de Bernal Díaz del Castillo. La «chingada»,
el producto de una violación, descrito por Octavio Paz en El
laberinto de la soledad. Endosar nuestras responsabilidades a viejos fantasmas,
azuzar el rostro más irracional de aquel país que no acaba de ponerse de
acuerdo en el proceso de «facer Españas».
Tal
vez Roma tendría que disculparse por imponer la cruz con la espada y exterminar
las etnias peninsulares ilirias, tartesias y celtiberas. Acaso es momento de
delimitar patrimonios: en cuanto a acuerdos culinarios, nosotros podemos
devolverles su cerdo a cambio de que no usen nuestra vainilla y nuestro
chocolate; si nos quitan el vino, tenemos pulque y tequila. Así la diplomacia
en el V Centenario.
Nacido en URUAPAN, MICHOACÁN, (México), reside en Tijuana
Afronta el desempleo escribiendo narraciones breves
(XIII Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario