ABUELA
ARTESANA
Soy
provinciana, de la costa del golfo de México, llevo en mi sangre mestiza el
sincretismo cultural de muchas razas, puedo sentir en la brisa de la tarde el
olor al mar de lugares lejanos que baña mi pueblo tranquilo y soñador, brisa
que se confunde con el aroma a miel de los cañaverales, a quema de los campos
para la siembra en primavera, a los vientos del norte que mueven las ventanas,
que llenan de hombres las cantinas, que abrigan a los niños con franelas y
anuncian los grandes huracanes.
Soy
descendiente de inmigrantes españoles, que llegaron a esta tierra de ritos
ancestrales, del maíz y del venado, tierra brava, sumisa y protectora. Detrás
de mí, hay generaciones de padres responsables y muy trabajadores, que se
abrieron paso en un país que les abrió la puerta, donde se volvieron
comerciantes productivos para agradecer el asilo generoso.
Soy
artesana, aprendí de las abuelas que fueron enseñadas por las esposas de
hacendados españoles, quienes por las tardes se reunían a bordar ese punto de
cruz tan legendario en grandes manteles, ropa blanca, pañales y enaguas, los
que hoy se lucen en bellos hipiles del sureste de México, bordados de colores,
en blanco y negro, con flores de cebolla y calabaza, como los pájaros que
vuelan por las tardes bajo un cielo azul de primavera.
Bordo
sin parar blusas de lindas campechanas, de niños, de señoras de edad que, como
yo, quieren crear con sus bordados una historia de grandes desafíos, de
secretos heredados en puntadas tan pequeñas que han necesitado años de
constancia para dejar una herencia de amor que no termina.
Tengo
setenta y ocho años, no sé cuánto me queda de vida, como no lo sabe nadie de
este mundo, debo enseñar estas puntadas de amor y filigrana a las niñas de hoy,
las artesanas del mañana.
Aracelly Castillo Negrín
Estudiante de Lengua y Literatura en la universidad IEU
Articulista desde 1958 en periódicos y revistas locales y nacionales
CHAMPOTÓN, CAMPECHE (México)
(XIII Antología)
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