CORAZON
Incontenible como la espuma del champán,
salta y se desborda el corazón entusiasmado.
Sentimientos, reprimidos en calladas soledades, ignorados en amargos desengaños.
Y el corazón, guardando su amor,
que no puede volcar en nadie,
va generando sentimientos auténticos:
dolor, nostalgia, desaliento...
Y cuando llega la ocasión,
cuando todo se hace un nudo en la garganta,
una caricia, un gesto amable, un acto generoso
galvanizan todos los sentimientos
tanto tiempo contenidos.
Los corazones tienen necesidad de manifestarse,
de expresar todo lo que se va germinando
en su interior.
Hombres ocultos, ignorados, relegados
en los últimos sectores marginales
de la humanidad.
Y las ondas expansivas del calor emocionado contagian los corazones de los hombres
que desconocen otro éxito
que el de su vida, su nuevo existir.
Mientras el poder, la gloria, la fama
sonríen a unos pocos privilegiados.
Nunca se puede saber lo que un corazón
ha sufrido, lo que ha callado, lo que ha llorado.
Y de repente, un estallido de emoción desborda
el cauce racional de un ambiente reacio y hostil.
Días nuevos en que los hombres sienten vibrar sus corazones con palpitaciones nuevas
de esperanza, de ilusión.
Momentos en que la superación hace concebir ideales nuevos de hermandad, de confianza,
de espontaneidad.
Así es la vida. Dura y dulce.
Amarga y esperanzadora.
Con nacimientos y muertes.
Y por encima de todo, una cordialidad,
una caridad que nunca debe morir.
(Fernando Orlando, 1966, Tomo III,
págs. 111 y 112)
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